Afiche función 2009

Afiche función 2009

martes, 11 de noviembre de 2008

Una Mirada Diferente

Un Viaje en parasubidas es una propuesta artística interdisciplinaaria que conecta la danza, teatro, literatura, arquitectura, música, diseños y plástica.

La intención de este montaje es retomar y resignificar la herencia de Vicente Huidobro como poeta y creador desde una perspectiva propia.

La estética de la obra se inspira en las vanguardias del cubismo y el creacionismo presentes en el texto "Altazor o el viaje en paracasidas", poema en VII cantos". En este sentido, nuestra relectura del textoes una invitación a transitar por este nuevo universo, creado no sólo mediante las palabras sino también a través de imágines y sensaciones proyectadas desde la puesta en escena.

La propuesta narra desde la metáfora del viaje, un peregrinar que comienza en el descubrimiento y afirmación de la propia identidad de Altazor.

Un viaje que insta a cuestionarse todo lo que nos rodea, despojandonos de prejuicios y ataduras; una invitación al juego que lleva al origen, al ideal...

El vuelo de Altazor es una travesía ambivalente que implica el reencuentro y el descubrimiento de un espacio inexplorado.

1 comentario:

amelis dijo...

Trataba, como decía la invitación, la problemática de la poética de Altazor, una "reescritura de Vicente Huidobro". Dicho trasvase de la palabra al escenario fue pulcramente tratado, pese a la dificultad de tal apuesta. El direcor, Leonardo Iturra, elaboró una escenificación de teatro danza que abarcó buena parte de los núcleos temáticos del poemario, incluyendo la crisis tratada sobre el lenguaje. La ruptura del telón implicó instalar unas escaleras curcas y montables que permitían a los actores, sujetos extraviados entre la palabra y la nada, jugar con sus formas, colgarse, saltar y descansar en su estructura, precisamente una estructura lábil, en constante movimiento. La forma de una lengua, me decía en ese instante, donde cuelgan los hombres, sus proyecciones, miedos y límites.

La musicalización, además, permitió generar los cambios, aceleraciones y pausas para el bricolage final donde triunfaría finalmente la desnudez de esos cinco personajes atrapados, como la tierra, a ciclos estacionales, membranas infranqueables que la naturaleza impone, en la cual se contuvo la pasión, el descreimiento, la huida, la violencia, el temor, el juego, el sexo, la luz, la noche perenne. Y donde el movimiento y la danza permitió sincronizar los estados emocionales conforme a l representación, acabando en un montje coherente que registró los viajes -hacia todas y ninguna parte- de las lenguas. Y paralelamente, las realidades transitorias a las que condujo.

El guión fue, pese a la humildad con que Leo Iturra presentó su argumento, impecable: sensitivo e inquisidor al mismo tiempo. El territorio esbozado por Altazor traducido a la espontaneidad de diálogos y situaciones representaron didácticamente los embates de la poética huidobriana. Diálogos que también se tejieron en el silencio de varios minutos -como negativo de luces, movimientos, figuras- e inclusive en el suspenso de simples sonidos, ruidos emulado por bocas autónomas -baf -brum -clif- trac -bums. Hasta que el final del viaje acabó con las cuatro escaleras formando un recinto ciurcular donde hombres y mujeres permanecieron encerrados, sin la posibilidad de articular palabras coherentes, mientras las luces del escenario bajaban. Envuenltos simbólicamente en una tela blanca en medio de la oscuridad del teatro.

Me siento imposibilitado de transmitir más impresiones, sobrepasado tal vez por la puesta musical y semiótica que enhebró profundamente el mensaje -polisémico por supuesto- de la representación.